sábado, 22 de septiembre de 2012


No me odies


No me odies. No lo hagas porque ya no sienta lo que antaño sentía, pues nadie es dueño de sus sentimientos.

No me odies por no haber buscado una casa para los dos, pues nos hubiéramos arrepentido.

No me odies. No lo hagas porque no hayamos tenido nuestros hijos, pues, ¿qué hubiera sido hoy de ellos?

No me odies, porque odiando no te estás respetando.

No me odies. No lo hagas por no firmar hoy lo que otrora sí hubiera hecho: no separarnos jamás.

No me odies porque dejara de quererte.

No me odies. No lo hagas, porque odiar, como siempre dice mi madre, es un lastre.

No me odies, aspiras a algo mejor.

No me odies. No lo hagas, pues vales mucho, y tienes un mundo de posibilidades por descubrir.

No me odies por estas razones que te doy, pues nada se merece que odies.

No me odies. No lo hagas, pues el amor se acabó, y hubiera sido de cobardes, y conformistas, mantener algo muerto.

Además, no seas hipócrita, tú también dejaste de quererme, y de pensar en nuestra casa, y en nuestros hijos.

Y cuando eso pasó, ya no hubieras firmado un amor eterno como otrora sí hubieras hecho, porque el amor se acabó. Y el amor, como los sentimientos, son algo que no podemos controlar.

No me odies. No lo hagas, por favor, porque aunque no hayamos tenido nuestra casa, ni nuestros hijos, ni nos queramos ya, me sigues importando.

Así que no me odies, y sé feliz, pues si tú eres feliz, yo tengo una razón más para serlo.

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