No
me odies
No me odies. No lo hagas
porque ya no sienta lo que antaño sentía, pues nadie es dueño de
sus sentimientos.
No me odies por no haber
buscado una casa para los dos, pues nos hubiéramos arrepentido.
No me odies. No lo hagas
porque no hayamos tenido nuestros hijos, pues, ¿qué hubiera sido
hoy de ellos?
No me odies, porque
odiando no te estás respetando.
No me odies. No lo hagas
por no firmar hoy lo que otrora sí hubiera hecho: no separarnos
jamás.
No me odies porque dejara
de quererte.
No me odies. No lo hagas,
porque odiar, como siempre dice mi madre, es un lastre.
No me odies, aspiras a
algo mejor.
No me odies. No lo hagas,
pues vales mucho, y tienes un mundo de posibilidades por descubrir.
No me odies por estas
razones que te doy, pues nada se merece que odies.
No me odies. No lo hagas,
pues el amor se acabó, y hubiera sido de cobardes, y conformistas,
mantener algo muerto.
Además, no seas
hipócrita, tú también dejaste de quererme, y de pensar en nuestra
casa, y en nuestros hijos.
Y cuando eso pasó, ya no
hubieras firmado un amor eterno como otrora sí hubieras hecho,
porque el amor se acabó. Y el amor, como los sentimientos, son algo
que no podemos controlar.
No me odies. No lo hagas,
por favor, porque aunque no hayamos tenido nuestra casa, ni nuestros
hijos, ni nos queramos ya, me sigues importando.
Así que no me odies, y sé
feliz, pues si tú eres feliz, yo tengo una razón más para serlo.