jueves, 29 de marzo de 2012


De oportunismos desaprovechados

       -¡Señor, señor!- se oían unas voces, entre nerviosas y excitadas, a lo lejos. Era de noche. Luna llena y cielo despejado. La luz plateada del astro lo inundaba todo, y ataviaba al mar de infinitas lentejuelas plateadas. La playa vestía de gala. Algo estaba pasando. Aquella noche se me presentó la oportunidad de hacerme rico.

       Era noche del mes de agosto, no mucho más tarde de la medianoche, quizás la una de la madrugada. El castillo que la claridad de la luna permitía vislumbrar océano adentro, hacia el noroeste, delataba el lugar en el que nos encontrábamos: costa gaditana, en algún punto cercano al Castillo de Sancti Petri. La sobremesa de la cena en la terraza del jardín, a pie de playa, con aquel paisaje como fondo, me había decidido a bajar a la playa a darme un baño nocturno. Hacía un calor húmedo, que provocaba la constante sensación de suciedad propia de la salitre. La sal envolvía el aire y lo hacía tan pesado que casi podía palparse. El Atlántico, tras el caluroso día que había hecho, ofrecía unas aguas templadas, más propias de balneario que de océano, y sumergirse en él en esa noche se me antojaba privilegio que no podía desaprovechar.

      Bajé a la playa, y, tras darme un relajante baño, me tumbé cuan largo era sobre la toalla que minutos antes había tendido sobre la fina arena, dejando pacientemente que aquel aire húmedo secara mi piel. Después me erguí, y, con la toalla al hombro, comencé un parsimonioso paseo, protagonizado por el encanto de aquella luz que la luna vertía sobre la playa. Fue entonces cuando divisé a lo lejos el grupo del que provenían los gritos, que se acercaba presuroso hacia mi.

       -¡Señor, ayuda!-. Aquellas voces se hacían más claras y nítidas por momentos. Alcanzaba a distinguir el grupo del que provenían los voceríos, que se acercaba corriendo por la orilla. Se trataba de un grupo de unas cinco chicas. Por el acento supuse que serían madrileñas, y por la temporada y el lugar, que disfrutaban de unos días de vacaciones en estas playas sureñas. Eran jóvenes, no tendrían más de 15 ó 16 años, aunque yo no contaba con mucho más en aquel verano de 2007: 19 años. Llegaron hacia mi histéricas, y, antes de que pudiera preguntarles el motivo del socorro, comenzaron todas a farfullar palabras, atropellándose las unas a las otras: “Estábamos dando un paseo, y de pronto vimos un barco muy cutre que estaba llegando a la orilla...”, decía una, cuando otra la interrumpía, “¡No era un barco, era una patera!”, y otra añadió “Era una patera de negritos que venían de África, así que fuimos corriendo a ayudarles”, cuando otra la interrumpió para decir “Y entonces empezaron a sacar de la patera cajas, y a ponerlas en la orilla”. Y así siguieron ellas, relatándome la experiencia que venían de vivir como buenamente sus nervios les permitían. “Pero no sabemos qué estaban haciendo, porque cuando fuimos a ayudarles nos dijeron de muy malos modos que nos fuéramos corriendo. ¡Hablaban español!”;Creemos que tenían miedo de que les descubriera la Guardia Civil, porque se los llevan de nuevo a su país, y que por eso nos decían que nos fuéramos, y que las cajas eran sus pertenencias”; Y nosotros, en vez de irnos, les dijimos que no tuvieran miedo, que podíamos ayudarlos, y entonces uno se puso violento y nos dijo que nos fuéramos corriendo si no queríamos tener problemas”;Y yo le dije que no se pasara, que mi padre era policía, que sólo queríamos ayudarlos”; Se pusieron muy nerviosos al vernos llegar, y encima cuando Ana le dijo que su padre era policía se pusieron violentos y nos amenazaron, y fue cuando nos fuimos corriendo”.

       Los semblantes de aquel grupo, que en un principio manifestaban turbación y cierto pavor, pasaron a expresar excitación y nerviosismo. Por el énfasis que ponían en contarme la historia vi que se sentían protagonistas fortuitas de una aventura. Dejé que recuperaran el resuello, y, cuando estuvieron algo más calmadas, les pregunté ciertas cosas para terminar de atar cabos. Mientras me contaban todo aquello ellas mismas asimilaban su propia historia, y noté cómo se desmoronaba la certeza que tenían de lo que creían que había sucedido. Había algo que no les cuadraba.

     Me dirigí con aquellas chicas hacia la altura de la playa donde había tenido lugar aquello que me contaban. Caminamos unos cinco minutos hasta quedarnos a unos 30 prudentes metros de donde había atracado la embarcación, y nos encontramos con un extraño escenario: Ni rastro de los supuestos negritos. Una enorme zodia negra de 10 metros de largo por 5 de ancho se encontraba varada en la orilla, con un gran motor de muchísimos caballos levantado, los suficientes como para propulsar esa enorme embarcación. El casco de la zodia estaba inclinado hacia el lado del que veníamos nosotros, lo que nos permitía ver el interior de la barcaza, donde se observaban cajas apiladas por todo el suelo, dejando el espacio justo para que un hombre manejara libremente el timón y para que otros tantos se acomodaran en tanto durase el trayecto. Los hombres desaparecidos habían empezado a sacar las cajas, que estaban esparcidas en una fila más o menos india, desde la embarcación hasta el final de la playa, donde comenzaban algunas hectáreas de bosque de pinos que por entonces aún se habían librado de la fiebre del ladrillo. Entre caja y caja había diferentes distancias, más o menos largas, entre los 5 y los 20 metros. Si hubieran estado más cercanas las unas de las otras, podría haberse dicho que estaban dispuestas para ser sacadas de la embarcación haciendo una cadena humana. Las susodichas cajas tenían forma más bien de maletín, pues en la parte superior de ellas tenían un asa para que pudieran prenderse bien, y el largo de éstas era superior a su ancho su ancho.

     La escena me sorprendió y entusiasmó. Los responsables de aquello habían salido pitando, abandonando toda la mercancía ahí, después de haber hecho lo más difícil: cruzar el Estrecho de Gibraltar pasando desapercibido. Era chocante. ¡Apenas habían comenzado el trabajo de descarga, la zodia estaba llena! Pensé que habrían huido a causa del desafortunado encontronazo con las madrileñas, que había acabado con la amenaza de éstas de llamar a la policía. Las chicas estaban confundidas, no comprendían bien qué era aquello, aunque de una cosa estaban ya seguras: aquellos hombres que llegaron de África no eran negritos inmigrantes en busca de un futuro mejor en Europa.

      La seguridad que les proporcionó al grupo de madrileñas encontrarme minutos antes y el entusiasmo que las invadió al verse inmersas en aquella aventura nocturna se disiparon rápidamente. Volvían a sentir miedo por el retorno al lugar de los hechos y por la incertidumbre de la situación. Algunas de ellas tomaron la iniciativa de llamar a la Guardia Civil, a la que le contaron lo sucedido, y la que contestó diciendo que no nos moviéramos del lugar de los hechos, pues nuestros testimonios podrían ser útiles para la pesquisa, y que no tardarían más de 5 minutos en llegar. ¡5 minutos! No tenía mucho tiempo para actuar. Los pensamientos que rondaron por mi cabeza en ese instante hicieron que se me erizara el bello y que la sensación térmica de mi cuerpo aumentara tanto hasta hacerme sudar. Me puse nervioso y empecé a sentir un hormigueo por todo el cuerpo. Miraba hacia el pinar pensando que probablemente los traficantes estarían allí expectantes, tutelando su potencial fuente su riqueza. No pensaba que estuvieran dispuestos a renunciar a aquel alijo por una simple amenaza de llamada a la policía. Se habían arriesgado a cruzar el estrecho más vigilado del mundo por los equipos más competentes en la lucha contra el narcotráfico. Ya habían hecho lo más difícil, y habían salido airosos. Por el momento habían conseguido burlar una buena temporada entre rejas. Las decenas de maletines que calculé habrían en la zodia podían alcanzar en el mercado negro un precio de cifras mareantes, quizás el dinero suficiente como para que unos cuantos hombres con dos dedos de frente pudieran vivir toda la vida. Dada la magnitud del matute no me extrañó que llevaran armas: era mucho lo que se estaban jugando.

       Me acerqué al maletín que tenía más cerca, uno de los aquella irregular hilera, para comprobar su peso. Tuve que ayudarme con las dos manos para poder levantarlo de la arena. Era realmente pesado, no sabría decir cuántos kilos pesaría. Pensé que podría excavar rápidamente un hoyo en la arena, cerca de allí, y enterrar algunos de esos maletines. Pasó por mi cabeza fugazmente el pensamiento de que con la ayuda de aquellas cinco chicas podríamos excavar un par de agujeros en un periquete, pero rehusé esta idea por el hecho de no implicar a nadie en algo tan serio. Si hacía algo, tenía que hacerlo solo. El corazón me latía tan fuerte que podía oírse. Ahí dentro había muchos kilos de hachís.

       Mientras volvía sobre mis pasos hacia el grupo de madrileñas, mi cabeza pensaba a mil revoluciones por minuto: sopesaba las contras de consumar la idea que me arañaba la mente. Podría ser que si los narcotraficantes estuvieran ahí al acecho, como pensaba que así era, que salieran de su escondite al verme coger alguno de sus paquetes, y que tomaran represalias. O también podría ocurrir que llegase la Guardia Civil, pillándome con las manos en la masa enterrando uno de los paquetes, y que me detuvieran.

     -¡Luces!, ¡son coches!, ¡vienen coches por la playa!- comenzaron a gritar las madrileñas. Efectivamente se veía cómo se acercaban rápidamente varios todo terreno por la playa. Tanto las chicas como yo pensábamos que sería la Guardia Civil, como efectivamente comprobamos cuando se acercaron un poco más. El convoy se componía de 4 Land Rover y de al menos 16 hombres de la benemérita. Dos vehículos pararon al lado de la embarcación, cada uno a un lado, iluminándola, otro paró a espaldas de la orilla, alumbrando la fila de maletines que iba desde la zodia hasta el pinar, y el cuarto aparcó a nuestro lado. Por primera vez en toda la noche vi como el rostro de aquellas chicas se relajaba. Respiraban, descargaban tensión. Yo no podría describir cómo me sentía. Por mi cuerpo y cabeza pasaban sensaciones y pensamientos contradictorios. Los guardias civiles descendieron de sus vehículos. Los que pararon al lado de nosotros vinieron a nuestro encuentro. Las madrileñas los recibieron como héroes y les comenzaron una vez más a contar la historia mientras uno de los guardias levantaba atestado. Yo estaba callado, ligeramente apartado de ellos. Estaba confundido. Otro grupo de guardias civiles se acercaron a la zodia encallada en la orilla, y la alumbraron con linternas de alta potencia. Me acerqué hacia ellos. “Sí, se trata de una operación de gran magnitud. Por lo menos tenemos aquí dos toneladas”. Después se dirigieron hacia el primer maletín que había en la arena, y uno de ellos cogió una navaja he hizo una raja en el mismo, tras lo cual, con la misma hoja de la navaja, extrajo una muestra de aquella sustancia de color entre ocres y marrones. Se llevó la muestra a la nariz y dictaminó con voz grave lo que todos sabían: “Hachís”.

      Los Guardias Civiles analizaban el alijo de hachís con caras de seriedad. Cada uno sabía lo que tenía que hacer. Se les veía con experiencia. Pertenecerían a un equipo especializado en operaciones antidroga. Varios agentes se acercaron a la zodia para comenzar a descargarla de paquetes. La zodia estaba encallada en la orilla, por lo que para subir a ella había que mojarse los pies hasta por encima de los tobillos. Los guardias se quedaron a unos metros de la orilla indecisos: para nadie era agradable meter en el agua los pies calzados con esas pesadas botas. Viendo la escena, y por la curiosidad de subirme a la barca y ver aquello más de cerca, me acerqué al grupo y le ofrecí mi ayuda: yo estaba en bañador a causa del chapuzón que había ido a darme en la playa. Ellos no ofrecieron pega alguna y se mostraron agradecidos. Ya se habían acostumbrado a mi presencia en el meollo del asunto. A pesar de estar inclinada la zodia, apoyada sobre uno de sus laterales en la arena, tuve que ayudarme con los brazos para montarme en ella. Por dentro la barca parecía aún más grande de lo que parecía por fuera. A pesar de estar prácticamente llena, había hueco para por lo menos diez hombres. Los paquetes que los narcotraficantes habían sacado habían estado dispuestos en los niveles superiores, por lo que el espacio que ahora mismo se veía que había en el suelo era el mismo que habían tenido los narcos durante el viaje. Había muchísimos paquetes. Así uno de ellos y se lo tendí al agente que se había resignado a acercarse conmigo hasta la zodia, mojándose las botas. Éste se lo pasó al siguiente, también con las botas caladas, y este al siguiente, ya en terreno relativamente seco y firme. Los guardias civiles habían formado una especie de malograda cadena humana para ir sacando los fardos. Uno de los agentes trajo de uno de los coches una báscula y pesó uno de aquellos paquetes. 35 kilo. Mientras seguía sacando fardos de la motora se subieron un par de agentes a la zodia para hacer lo propio. Me dijeron que no hacía falta que siguiera ayudándoles, que ellos podían. Se mostraron agradecidos por mi disposición. Me bajé de la zodia y me alejé de ellos con aquel número en la cabeza: 35.

       Un poco apartados de los guardias civiles vi que seguía el grupo de madrileñas. Parecía que ya habían terminado los guardias de levantar testimonio de la experiencia que habían vivido las chicas. Me acerqué a ellas. Respiraban tranquilas y comentaban emocionadamente las vicisitudes que aquella playa gaditana les había preparado para esa cálida noche. Me ofrecieron ir con ellas a tomar algo a los chiringuitos que según decían no estaban lejos de allí, pero rehusé la invitación. Tenía ganas de estar solo. Me despedí de ellas y encaminé la orilla en sentido opuesto al que llevaban, camino a casa. Iba sumido en amargos cálculos:

      35 kilogramos por maletín. En el mercado negro se vendía el gramo de hachís de calidad media a unos 3€ aproximadamente. El alijo de esta noche, que no podía venir sino de Marruecos, y que sería de la calidad más pura, lo que vulgarmente se conocía en la calle como “hachís doble cero”, era el hachís más puro. Aún no estaba mezclado con otras sustancias para aumentar su volumen y sacarle así más rentabilidad en el mercado. Un producto así se podía vender por 5€ el gramo al por menor; al mayor, vendido por kilos para deshacerte antes del marrón, a 1 o a 2€ el gramo. Si había 35 kilogramos por maletín, a razón de 1 euro el gramo, se sacaban 35000€. A 2€, 75000€. Una fortuna. Una fortuna que había desaprovechado.



domingo, 11 de marzo de 2012


(De)predadores y presas


       En este blog vamos a refrescar un conflicto que la sociedad española tiene relativamente olvidado, pero en el que el Gobierno de España (del que no quiere oír hablar ni en pintura) y los españoles estamos íntimamente vinculados, y del que somos responsables principales. Vamos a hablar del martirio que sufren y que llevan sufriendo los saharauis desde hace más de 30 años, desde 1975.


      Comencemos con una breve cronología: Aunque el conflicto propiamente dicho comienza a la muerte de Franco, todo empieza a gestarse hace más de una centuria, en la época dorada de los imperios europeos, cuando las ambiciones expansionistas y colonialistas de las naciones de este continente los llevaron a convocar la Conferencia de Berlín en 1884, cuya empresa no era ni más ni menos que la de repartirse África. Como quien se reparte un pastel. Con dos cojones. En esta conferencia España pidió administrar unos territorios que se encontraban entre Marruecos y Mauritania, dando a la costa por el oeste y con Argelia por el este, y que estaban habitados por tribus nómadas independientes las unas de las otras. Estas tribus no constituían organización estatal alguna, pero entre ellas había, como siempre ocurre con la “madre patría”, sentimientos de identificación hacia sus tierras, hacia las tierras que les daban de comer.

      Años más tarde, en 1958, España pasa a incorporar a la colonia africana a su organización territorial, denominándola provincia española. Poco después, en 1973, los saharauis crean el Frente Polisario (organización político-militar armada del Sáhara Occidental para la independencia) para luchar contra la presencia española en su territorio.

      En 1975, con Franco moribundo, España se ve obligada a abandonar el Sáhara Occidental ante la ocupación del territorio mediante la Marcha Verde por Marruecos. Esta ocupación, que se publicitó de pacífica, y que fue financiada y diseñada en gran parte por los que alardean de valores democráticos, los Estados Unidos de América, acabó bombardeando ciudades. Esto sería el inicio de una pesadilla que aún perdura hoy. Marruecos ocupó el norte del Sáhara y Mauritania hizo lo propio por el sur. Este año el Sáhara deja de ser provincia española. En este contexto, el argumento marroquí que intenta legitimar esta acción son motivos políticos e históricos: “El Gran Marruecos”, que debía extender sus dominios por todo el noroeste africano. Este Gran Marruecos era, y es, una política fascista y expansionista que carecía por completo de legitimidad. No obstante, el motivo real de esta ocupación fue el el descubrimiento por los españoles de los incalculables recursos naturales de que disponía el terrotorio saharaui. El que España estuviera atravesando una etapa de tensión con Franco dando sus últimos suspiros fue bien aprovechado por Marruecos y Mauritanua, nos puso entre la espada y la pared, y todo ello desembocó en los vergonzosos y patéticos para la historia española “Acuerdos Tripartitos de Madrid”, en virtud de los cuales España se comprometía a salir del Sáhara Occidental, pasando a compartir la administración de este territorio con Marruecos y Mauritania.

       Un año después, en 1976, la ocupación provoca el éxodo de gran parte de la población saharaui, yendo a parar a los campos de refugiados que el Gobierno argelino dispuso en su territorio para los inmigrantes, justo en la frontera con el Sáhara. Por este entonces decreta el Frente Polisario el nacimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), de amplio reconocimiento internacional en la actualidad. Con la RASD la población del Sáhara Occidental se constituye ya como una nación propiamente dicha, pero en el exilio.

       Desde 1975, como vemos, el Frente Polisario cambia de ocupador y comienza una nueva guerra armada contra los nuevos inquilinos de sus tierras. Al ocupador más débil, Mauritanua, le flaquean las fuerzas ante las ofensivas saharauis y se le obliga a capitular, firmándose la paz. No obstante, en cuanto se hubieron retirado los mauritanos del sur, llegó Marruecos como ave de presa y terminó de ocupar el resto del territorio saharaui.

      En 1980 el Gobierno marroquí reduce en gran medida las posibilidades militares del Frente Polisario, pues comienza a construir un “muro” que divide el Sáhara Occidental de este a oeste, quedando la parte oeste ocupada por Marruecos, y la este, ésteril, por los autóctonos. De esta manera tan sutil afianzó Marruecos su posición en la parte rica del territorio saharaui.

       En 1988, 18 años después de iniciado el conflicto, la Organización de Naciones Unidas, sin faltar a sus costumbres, se decide a entrar por fin en escena. Se crea la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), que será la encargada de ejecutar el plan de paz que ha ideado y que tanto Marruecos como el Frente Polisario aceptaron. Este plan de paz consiste en la realización de un referéndum para que los saharauis puedan ejercer el derecho a la autodeterminación de su pueblo. También tendrá como función supervisar el alto al fuego acordado. No obstante, el referéndum, planeado para 1992, no llega a realizarse, pues no había acuerdo sobre cuál debía ser el censo a utilizar. El Frente Polisario defendía que el censo a utilizar debía ser el realizado por España en 1974, y Marruecos, por su parte, sostenía que en el censo debían incluirse también a los marroquíes que ocupaban el territorio. Desde entonces hasta hoy aún no se ha realizado el referéndum debido a estas discrepancias sobre el censo. Y mientras tanto continúa la guerra entre Marruecos y el Frente polisario, y la opresión del primero sobre el segundo.


       Muro de la vergüenza: En este conflicto tiene un papel muy destacado el muro al que antes hemos hecho referencia. Aunque no es tan popular como el ya caído muro de Berlín, o los muros de Ceuta y Melilla, es tan vergonzoso como el que más. Cuenta con más de 2700 kilómetros de longitud, recorriendo de norte a sur todo el territorio saharaui, y dividiéndolo de este a oeste. Al oeste se encuentra la zona marroquí ocupada, la zona rica que se abre al Atlántico, permitiendo que Marruecos explote ilegalmente y se enriquezca de los yacimientos de fosfatos (de los más grandes del mundo), del banco persquero (el mayor de África), así como de la sal, hierro, gas y petróleo que existen ahí. Y al este están los territorios liberados del Sáhara Occidental, que son territorios estériles y desiertos. El muro se compone de arena, piedras, alambradas y minas, y está custodiado 24 horas por más de 160000 soldados marroquíes. Destacar que EEUU y Francia pusieron su tecnología al alcance de Marruecos para su creación. Fue construido para defender la zona ocupada de los ataques del Frente Polisario, garantizándose así total impunidad para con los recursos naturales que ahí se encuentran. El muro impide así mismo la unificación del pueblo saharaui, y que aúnen sus fuerzas para luchar contra la ocupación y contra la represión. El muro ha dividido a la población saharaui y a sus familias, que, desde su construcción, que duró 7 años (1980-1987), llevan sin poder verse. Parte de las familias están en territorio ocupado, al oeste del muro, parte en los territorios liberados, al este, y parte también en los campos de refugiados del desierto argelino.


       Testimonio de un saharaui que se encontraba en la parte este del muro, la estéril: “Tener tan cerca la patria y no poder llegar es como morir de sed cerca del pozo”.


       Abordando otro punto, que no tema, seguro que aún permanece, al menos en la recámara de vuestra memoria, el recuerdo de aquella activista saharaui de nombre Aminetu Haidar que tanta repercusión tuvo en los medios. Esta mujer permaneció en huelga de hambre desde el 15 de noviembre de 2009 hasta el 17 de diciembre del mismo año (algo más de un mes), y conmocionó y concienció a gran parte de la población mundial sobre este conflicto. ¿Por qué dejo de comer?: Proveniente de EEUU, al entrar en El Aaiún, en el aeropuerto, escribió en el requisito administrativo, en el apartado de la nacionalidad, que era ciudadana saharaui, no marroquí. Las fuerzas de seguridad marroquíes, al leer esto, la detuvieron, desposeyeron de su pasaporte y deportaron a las Islas Canarias. Allí, nada más aterrizar, en el mismo aerpuerto, inició una huelga de hambre reivindicadora de su derecho a ir a El Aaiún y a poder constar que tiene nacionalidad saharaui, y denunciante de la complicidad del Estado español con Marruecos. Este vergonzoso suceso por parte de Marruecos provocó numerosos movimientos civiles y acciones diplomáticas de presión por parte de la ONU, EEUU y Francia (fachada democrática: hipocresía gratuita) hacia este país para que Aminetu Haidar pudiera regresar a El Aaiún. Finalmente, la activista pudo volver a la capital de su país.

       El caso Aminetu Haidar (que por cierto sufrió cuatro años de prisión y torturas entre 1987 y 1991) constituye tan sólo un ejemplo de las atrocidades que el Gobierno de Marruecos lleva a cabo en el Sáhara Occidental desde 1975, cuando la Marcha Verde ocupó el país. La finalidad que persigue esta represión es sembrar el pánico entre la población saharaui que apoya al Frente Polisario. La práctica de esta represión se traduce en detenciones arbitrarias, con condenas que llegan hasta la cadena perpetua o la pena capital; torturas en los procesos interrogatorios, como pueden ser la ingestión de excrementos por la fuerza, arrancar uñas de pie y manos, aplicar descargas eléctricas en los genitales, la penetración del ano con botellas...; destrucción de pozos, tiendas, aldeas y matanza del ganado en la población nómada del este del territorio, con el fin de obligar a éstos a emigrar a las ciudades para un mejor control sobre éstos de los marroquíes; crímenes ecológicos; así como atrocidades tan grandes como el enterramiento de saharauis vivos en fosas comunes (a lo que permítanme que denomine genocidio) o el lanzamiento de éstos al vacío desde helicópteros.

       El Gobierno marroquí encubre estas prácticas represivas con la ocupación militar del territorio del Sáhara Occidental y con el control de los medios de comunicación (con lo cual, aparte de lo dicho, que no es poco, hay más de lo que no tenemos ni idea). Según las propias declaraciones de Aminetu Haidar: “El problema del Sáhara Occidental es el bloqueo informativo.”

       Todas estas violaciones de los derechos humanos no encontrarán fin hasta que el Sáhara Occidental no ejerza el derecho a la libre determinación de su pueblo a través del referéndum, y, como consecuencia, Marruecos deje de ocupar ilegalmente su territorio.


       Y si vergonzosos son tanto las sistemáticas violaciones de los derechos humanos como el anteriormente mencionado muro, al mismo nivel se sitúan las actuaciones de los países que mantienen acuerdos económicos con Marruecos, los cuales permiten y consolidan al ocupador en territorio ocupado con total impunidad. Hablemos ahora del expolio de los recursos naturales y de los acuerdos comerciales que tienen lugar en tierras saharauis.

       Como en la mayoría de los conflictos, ya sea a nivel regional, estatal o internacional, el factor económico es siempre uno de los determinantes, si no el que más, de la existencia de éstos; y el conflicto del Sáhara no es una excepción, aunque también intervienen factores históricos y políticos, como hemos dicho al comienzo de la denuncia, pero éstos son de menor envergadura.
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       Los convenios comerciales que los países europeos y EEUU tienen con la monarquía son numerosos, lo cual hace a estos países cómplices del expolio. Actualmente Marruecos es el primer exportador mundial de fosfatos, y los países occidentales los grandes consumidores. Según la Organización Mundial del Comercio, en 2007, más del 70% de las exportaciones realizadas por Marruecos tuvieron como destino la Unión Europea. De la misma manera, en 2006, la UE y Marruecos llevaron a cabo un convenio de pesca que incluía las aguas del Atlántico pertenecientes al Sáhara Occidental. La gota que colma el vaso es el hecho de que, de las 119 licencias de pesca que se concedieron a la UE, 100 fueron precisamente para España, país ex colonizador del Sáhara y responsable del proceso independentista de éste (responsabilidad reconocida por la ONU). Expirado el pasado mes de febrero dicho acuerdo de pesca, este tema se encuentra actualmente en el Parlamento Europeo, discutiéndose sobre la creación de uno nuevo. Sin vergüenza alguna, estos acuerdos entre España y Marruecos son silenciados por la clase política y por los medios de comunicación españoles. Actualmente, empresas americanas y francesas tienen licencias de extracción de gas y petróleo en la costa saharaui, lo cual consolida relaciones entre estos dos países, que justamente son miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y el reino de Marruecos. Esto implica que a la hora de tomar el Consejo de Seguridad medidas para erradicar la situación de ocupación ilegal de Marruecos, que estos dos países puedan ejercer su derecho de veto y bloquear así las medidas.

       Como vemos, a la mayoría de los países consumistas les conviene que Marruecos ocupe el Sáhara Occidental. No hay voluntad política de terminar con la ocupación. Estos acuerdos comerciales son la gran estrategia de Marruecos para consolidarse como potencia ocupante.


       Veamos ahora cuál es la base jurídica que apoya mis argumentos:

   Como conflicto internacional, el derecho que aquí entra en juego es el Derecho Internacional. Y el Derecho Internacional por antonomasia es el derecho que ha emanado de la ONU y de sus organismos a partir de la segunda mitad del siglo pasado.

       Uno de los mayores logros de la Organización de Naciones Unidas ha sido el proceso de descolonización del continente africano. A día de hoy, todos los pueblos de África han ejercido su derecho a la autodeterminación, sin perjuicio de los problemas que se han derivado en la mayoría de los casos de la incapacidad de autoadministrarse del territorio desconolonizado, lo que ha dado lugar a las guerras civiles que hay y a las que ya acabaron (lo cual no deja de ser un despropósito). Todos han ejercido su derecho a la libre determinación, menos uno: Sáhara Occidental.

       El punto de partida del proceso independentista del continente africano comenzó con la resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU de 1960, sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. Importante papel es el que le corresponde desempeñar a España a la hora de aplicar esa resolución, en virtud de su posición como ex potencia colonizadora. Ésta es una obligación internacional de España reconocida por la ONU, y no se puede desprender de ella el actual Gobierno de Rajoy, tal y como hizo el anterior Gobierno de Zapatero, que prefirió mostrarse neutral e incluso condescendiente con Marruecos con tal de no confrontar intereses norteamericanos y franceses. La responsabilidad del Gobierno español respecto del Sáhara Occidental concluirá una vez que se realice el referéndum.

       La Corte Internacional de Justicia dictaminó en 1975 que la resolución 1514 era aplicable al caso del Sáhara Occidental: Se estaba reconociendo que la ocupación era ilegal y por la fuerza, y que Marruecos violaba el derecho fundamental de los saharauis a su libre determinación. No existe, por tanto, soberanía reconocida de Marruecos sobre territorio saharaui, por lo que no se puede considerar éste como parte integrante de aquél. De esta manera, el territorio saharaui y todo lo que existe en él pertenece al Sáhara Occidental, por lo que la explotación de los recursos naturales que Marruecos lleva a cabo es ilegal, y, así mismo, todo país debe abstenerse de comerciar con Marruecos, pues esto supone reconocer esa soberanía que no existe.

       Como último recurso jurídico, la continuación de la ocupación ilegal por la fuerza podría dar lugar a la aplicación por el Consejo de Seguridad de las medidas del Capítulo VII de la Carta de la ONU, es decir, la interrupción de las relaciones económicas y diplomáticas y de las comunicaciones con Marruecos, así como la utilización de la fuerza para restablecer la paz y seguridad internacionales. No obstante, esta vía es poco probable debido a que, como hemos remarcado ya, Marruecos cuenta con el derecho de veto de EEUU y Francia en el Consejo de Seguridad.

     Así mismo, la Sociedad Internacional tiene la responsabilidad política y moral de esclarecer la verdad sobre las numerosas violaciones de los derechos humanos que ha llevado a cabo Marruecos sobre el pueblo saharaui desde 1975. Y Marruecos deberá indemnizar los daños.

       Desde 1991, la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental) entró en escena con el objetivo de establecer la paz y de que se realizara el referéndum. Se han sucedido varios planes para la consecución del referéndum, conocidos como Planes Baker I, II y III. Ninguno ha resultado exitoso. Marruecos defiende un Sáhara Occidental marroquí, con cierta autonomía, pero sin independencia. Y si se realizara el referéndum, no permitiría otro censo que no fuera con los colonos marroquíes en él incluidos. Dado que los marroquíes que hoy se encuentran en el Sáhara Occidental son mucho más numerosos que los saharauis, el referéndum manifestaría la no independencia. Por su parte, el Frente Polisario defiende el derecho a la independencia de su pueblo con el censo llevado a cabo por España en 1974, el cual incluye en él sólo a la población saharaui habida en ese momento. Éste es el censo que debe utilizarse.

       ¿Solución al conflicto por la vía diplomática?, muy complicado viendo el análisis y evolución del conflicto. Además, Marruecos cuenta con el apoyo determinante de EEUU y Francia (aparte de los acuerdos comerciales con muchos países europeos), lo que impide cualquier represalia hacia el país ocupante. El conflicto se encuentra en una situación en la que no hay guerra ni paz. Y, mientras tanto, los saharauis siguen siendo oprimidos y reprimidos en el territorio ocupado, y viviendo en precarias situaciones en los campos de refugiados. La única salida realista ahora mismo es la vía armada. El Frente Polisario ha intentado ejercer su derecho a la autodeterminación por la vía pacífica, por la vía diplomática, pero, debido a que Marruecos no quiere que se solucione este conflicto por esta vía, habrá que buscar otra. Si el Frente Polisario volviera ahora mismo a las armas, esta iniciativa tendría una absoluta legitimidad.