Rinoceronte y avestruz
¡Posyavestruz!-
díjole Rinoceronte a Avestruz en tanto que la conversación, en una
manifiesta ofensiva tras haber sido herido por el comentario poco
afortunado de la anterior, que decía: "Rinoceronte, tira para
el monte con tus amigos los bisontes, y deja de dar por culo, coño".
Y
es que, aunque amigos, enemigos eternos, por tradición. Viene de
antaño este enfrentamiento, que con el paso del tiempo no ha ido
menguando, sino creciendo, y para el que sería empresa perdida
buscar ungüento. Ya los padres de Rinoceronte y Avestruz, y los
propios de estos, y así ascendiendo hasta no se recuerda dónde, se
humillaban, se maltrataban. No obstante, ambos clanes, a pesar de
tantas hostilidades, se necesitaban, se complementaban. Llevaban una
extraña y singular relación, como la que en una democracia llevan
Gobierno y oposición.
Entre
un clan y otro acaparaban, normalmente alternándose, "el
liderazgo" de la sabana. Ese natural liderazgo cambiaba
periódicamente cuando se produjera el general hartazgo, cuando las
especies de la sabana dejaran de considerar representante legítimo
al que el poder ostentara. Los Rinocerontes se habían hecho líderes
de entre cebras y antílopes, búfalos y bisontes, jirafas y
elefantes. La actitud mediadora que dominaba el carácter de estos
gigantes terrestres, y la tranquilidad y parsimoniosidad con la que
llevaban sus relaciones con los demás animales los habían llevado a
líderes naturales de entre los herbívoros. Y en el lado contrario
se encontraban los predadores, de entre los cuales, curiosamente, las
avestruces se habían erigido en la posición de líderes. Los sabios
de la sabana este suceso explicaban viendo cómo leones, chacales e
hienas entre ellos se neutralizaban; todos demasiado competitivos
como para cederse un poder que tanto ansiaban. Así, las avestruces
habían conseguido hacerse un hueco conciliador entre tanta
chabacanería. La vida en la sabana, como vemos, a carnívoros contra
herbívoros se reducía.
“¡Oportunistas,
aprovechados, caciquistas, acomodados!", pensaban los hijos de
tatarabuelos de Rinoceronte y Avestruz. Y “¡Oportunistas,
aprovechados, caciquistas, acomodados!", reincidían las
malsonantes en los pensamientos de los hijos de los hijos de
tatarabuelos de uno y otro. Y así hasta que “Oportunistas,
aprovechados, caciquistas, acomodados" llegaba por inercia al
pensamiento de Rinoceronte y Avestruz. Pero claro, ¿cómo no iban a
derivar sus pensamientos en estas palabras viendo cómo convivían
desde hace siglos los clanes líderes con el resto de animales de la
sabana?:
No
sería de justicia dejar de contar aquel suceso que la indignación
general inevitablemente haría estallar: Ocurrió, durante la gran
sequía que asolaron las tierras de Rinoceronte y Avestruz durante
más de 4 años, que Rinoceronte “El Sinscrúpulo” guió a todos
los animales a nuevas tierras. Se produjo el éxodo que aún hoy
sigue en la memoria de todos los animales de la sabana. Se caminó
entre tierras secas e infértiles durante semanas hasta que se llegó
a un gran lago medio seco, pero con las reservas de agua suficientes
como para dar de beber durante algún tiempo a varios clanes. Los
animales se asentaron ahí y el agua se racionó. Cada especie, según
necesidades, bebería cierta cantidad. Siguió sin llover durante
mucho tiempo, o, si lo hacía, era muy poco, lo justo como para que
el lago no llegara a secarse del todo, lo que obligaba a reducir cada
cierto tiempo las dosis de agua para poder administrarla mejor. Los
animales de las especies más vulnerables comenzaron a morir por
deshidratación e inanición. Dieron el pistoletazo de salida a una
masacre que se llevó por delante a casi un tercio de los miembros de
toda la sabana. Sin embargo, era curioso observar cómo la salud de
Rinoceronte “El Sinscrúpulo” y allegados, nunca mermaba:
Sobornando a los responsables que hubieren, o nombrando a dedo a los
que los sustituyeren, el gobernante había defraudado el sistema que
se había creado tan meticulosamente por todos los animales en
concilio para racionar el agua, consiguiendo raciones extra. Un buen
día, comenzó a llover, y los que sobrevivieron a esos 4 años
pudieron abandonar de una vez el exilio que a tantos había hecho
perecer.
Inevitablemente,
las miserables actuaciones encubiertas del que en su caso fuera
gobernante, daban lugar a rumores que provocaban entre los animales
pensamientos indignantes. Pero esto no era problema para los líderes,
pues por las mismas vías por las que lo conseguían todo, sobornos e
influencias, o bien conseguían el favor de animales influyentes en
la sabana, que de desmentir esos rumores se encargaban, o bien
mimaban al más afectado sector animalesco durante el tiempo que
hiciera falta para reducir el descontento. Este era el procedimiento
escandaloso que llevaban a cabo rinocerontes y avestruces para salir
airosos de los alborotos.
Rinoceronte
y Avestruz eran conscientes de todo el entramado sucio en el que
vivían y del que se aprovechaban, y del que, aunque les avergonzara,
parte formaban. Ambos ansiaban algún día ser líderes, y cambiar el
orden de cosas que las costumbres de los gobernantes y el paso de los
siglos habían consolidado. No querían que pertenecer a los clanes
históricamente líderes de la sabana acabara volviéndolos
insensibles hacia lo que ellos mismos habían criticado. No querían
llegar a normalizar el injusto sistema que sus ascendientes y
allegados habían conformado. No querían que la exposición
permanente al entorno en el que vivían hicieran mella en sus valores
éticos y morales, y acabaran entrando en el juego que tanta
repulsión les había provocado. Todo esto es lo que más temían
Rinoceronte y Avestruz, más que la plaga y la sequía, más que la
epidemia y la inundación, más que la caza furtiva y la
desertización. Sin embargo, no se daban cuenta de que aunque
aquellos les parecieran pensamientos nobles, que en ellos había un
trasfondo que hacía caer en saco roto todas buenas intenciones. No
se daban cuenta de que anteponiendo su salud ética y moral a plagas
y sequías, aunque estas últimas no dependieran de su voluntad, que
estaban haciendo gala de un egoísmo visceral. No se daban cuenta de
que anteponiendo la inviolabilidad de su conciencia a la epidemia y a
la inundación estaban ya entrando en el juego. No se daban cuenta de
que anteponiendo su ego a la caza furtiva y a la desertización
habían condenado a la sabana antes siquiera de haberla gobernado.
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