lunes, 30 de abril de 2012

Rinoceronte y avestruz

   ¡Posyavestruz!- díjole Rinoceronte a Avestruz en tanto que la conversación, en una manifiesta ofensiva tras haber sido herido por el comentario poco afortunado de la anterior, que decía: "Rinoceronte, tira para el monte con tus amigos los bisontes, y deja de dar por culo, coño".

   Y es que, aunque amigos, enemigos eternos, por tradición. Viene de antaño este enfrentamiento, que con el paso del tiempo no ha ido menguando, sino creciendo, y para el que sería empresa perdida buscar ungüento. Ya los padres de Rinoceronte y Avestruz, y los propios de estos, y así ascendiendo hasta no se recuerda dónde, se humillaban, se maltrataban. No obstante, ambos clanes, a pesar de tantas hostilidades, se necesitaban, se complementaban. Llevaban una extraña y singular relación, como la que en una democracia llevan Gobierno y oposición.

     Entre un clan y otro acaparaban, normalmente alternándose, "el liderazgo" de la sabana. Ese natural liderazgo cambiaba periódicamente cuando se produjera el general hartazgo, cuando las especies de la sabana dejaran de considerar representante legítimo al que el poder ostentara. Los Rinocerontes se habían hecho líderes de entre cebras y antílopes, búfalos y bisontes, jirafas y elefantes. La actitud mediadora que dominaba el carácter de estos gigantes terrestres, y la tranquilidad y parsimoniosidad con la que llevaban sus relaciones con los demás animales los habían llevado a líderes naturales de entre los herbívoros. Y en el lado contrario se encontraban los predadores, de entre los cuales, curiosamente, las avestruces se habían erigido en la posición de líderes. Los sabios de la sabana este suceso explicaban viendo cómo leones, chacales e hienas entre ellos se neutralizaban; todos demasiado competitivos como para cederse un poder que tanto ansiaban. Así, las avestruces habían conseguido hacerse un hueco conciliador entre tanta chabacanería. La vida en la sabana, como vemos, a carnívoros contra herbívoros se reducía.

   “¡Oportunistas, aprovechados, caciquistas, acomodados!", pensaban los hijos de tatarabuelos de Rinoceronte y Avestruz. Y “¡Oportunistas, aprovechados, caciquistas, acomodados!", reincidían las malsonantes en los pensamientos de los hijos de los hijos de tatarabuelos de uno y otro. Y así hasta que “Oportunistas, aprovechados, caciquistas, acomodados" llegaba por inercia al pensamiento de Rinoceronte y Avestruz. Pero claro, ¿cómo no iban a derivar sus pensamientos en estas palabras viendo cómo convivían desde hace siglos los clanes líderes con el resto de animales de la sabana?:

     No sería de justicia dejar de contar aquel suceso que la indignación general inevitablemente haría estallar: Ocurrió, durante la gran sequía que asolaron las tierras de Rinoceronte y Avestruz durante más de 4 años, que Rinoceronte “El Sinscrúpulo” guió a todos los animales a nuevas tierras. Se produjo el éxodo que aún hoy sigue en la memoria de todos los animales de la sabana. Se caminó entre tierras secas e infértiles durante semanas hasta que se llegó a un gran lago medio seco, pero con las reservas de agua suficientes como para dar de beber durante algún tiempo a varios clanes. Los animales se asentaron ahí y el agua se racionó. Cada especie, según necesidades, bebería cierta cantidad. Siguió sin llover durante mucho tiempo, o, si lo hacía, era muy poco, lo justo como para que el lago no llegara a secarse del todo, lo que obligaba a reducir cada cierto tiempo las dosis de agua para poder administrarla mejor. Los animales de las especies más vulnerables comenzaron a morir por deshidratación e inanición. Dieron el pistoletazo de salida a una masacre que se llevó por delante a casi un tercio de los miembros de toda la sabana. Sin embargo, era curioso observar cómo la salud de Rinoceronte “El Sinscrúpulo” y allegados, nunca mermaba: Sobornando a los responsables que hubieren, o nombrando a dedo a los que los sustituyeren, el gobernante había defraudado el sistema que se había creado tan meticulosamente por todos los animales en concilio para racionar el agua, consiguiendo raciones extra. Un buen día, comenzó a llover, y los que sobrevivieron a esos 4 años pudieron abandonar de una vez el exilio que a tantos había hecho perecer.

   Inevitablemente, las miserables actuaciones encubiertas del que en su caso fuera gobernante, daban lugar a rumores que provocaban entre los animales pensamientos indignantes. Pero esto no era problema para los líderes, pues por las mismas vías por las que lo conseguían todo, sobornos e influencias, o bien conseguían el favor de animales influyentes en la sabana, que de desmentir esos rumores se encargaban, o bien mimaban al más afectado sector animalesco durante el tiempo que hiciera falta para reducir el descontento. Este era el procedimiento escandaloso que llevaban a cabo rinocerontes y avestruces para salir airosos de los alborotos.

       Rinoceronte y Avestruz eran conscientes de todo el entramado sucio en el que vivían y del que se aprovechaban, y del que, aunque les avergonzara, parte formaban. Ambos ansiaban algún día ser líderes, y cambiar el orden de cosas que las costumbres de los gobernantes y el paso de los siglos habían consolidado. No querían que pertenecer a los clanes históricamente líderes de la sabana acabara volviéndolos insensibles hacia lo que ellos mismos habían criticado. No querían llegar a normalizar el injusto sistema que sus ascendientes y allegados habían conformado. No querían que la exposición permanente al entorno en el que vivían hicieran mella en sus valores éticos y morales, y acabaran entrando en el juego que tanta repulsión les había provocado. Todo esto es lo que más temían Rinoceronte y Avestruz, más que la plaga y la sequía, más que la epidemia y la inundación, más que la caza furtiva y la desertización. Sin embargo, no se daban cuenta de que aunque aquellos les parecieran pensamientos nobles, que en ellos había un trasfondo que hacía caer en saco roto todas buenas intenciones. No se daban cuenta de que anteponiendo su salud ética y moral a plagas y sequías, aunque estas últimas no dependieran de su voluntad, que estaban haciendo gala de un egoísmo visceral. No se daban cuenta de que anteponiendo la inviolabilidad de su conciencia a la epidemia y a la inundación estaban ya entrando en el juego. No se daban cuenta de que anteponiendo su ego a la caza furtiva y a la desertización habían condenado a la sabana antes siquiera de haberla gobernado.


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