Dolor
I
I
Te diré, de verdad,
que me lo pasé bien…,
que lo que lo dotaba
todo eras tú.
Recuerdo bien los momentos
que compartimos:
Cuando un mero paseo
se convertía, ¡por donde fuera!, en una aventura;
Cuando un café con
marihuana se transformaba en un coloquio metafísico y antropológico sin clausura;
Cuando te contaba mis
sueños, y discerníamos sobre ellos;
Recuerdo tus besos…,
y que tus enfados, más que tales, eran sonrisas menos pronunciadas.
II
No sé cuál fue el
punto de inflexión…, no sé cuándo cambió todo esto para ti.
No sé si es que yo me
encontraba impedido por la ceguera, o que tú disimulabas bien.
No sé por qué después
del tiempo pasado, ni siquiera has tenido la decencia de mostrarme tus
sentimientos, y decirme que yo no tenía hueco en ellos.
No tuviste el valor
de decirme adiós, y ahora soy yo, ¡tonto de mi!, quien tiene que darse cuenta
por sí mismo.
III
Recuerdo que las
excusas, tras el punto de inflexión, me parecían razonables, y que no podía
sino mostrarme comprensivo con ellas.
Me disfrutaste hasta
que te saciaste de mi, y entonces, sin más, desapareciste.
Quizás esa sonrisa
permanente, además de felicidad, mostraba debilidad, y te impedía tener la
integridad suficiente para despedirme.
Quizás no hubiera escrito esto
con un adiós a tiempo.
Pero te lo diré, todo
esto que pienso te lo diré, aunque sólo sea para que seas consciente del egoísmo
del que hiciste gala.
Desconocía esta faceta tuya tan necesaria e infravalorada en nuestros días. Aunque vi anoche que publicitaste este blog, hace años que no le inyectas entradas cargadas de tus emociones y experiencias, así que te animo a darle "al play", a permitirle rienda suelta al corazón y sus sentimientos. Te sentirás mejor y nos harás al resto otro tanto también. Un saludo con viento fresco, la lengua suelta y el corazón despierto. Samuel Nicol.
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