domingo, 30 de marzo de 2014

Dolor


I

Te diré, de verdad, que me lo pasé bien…,

que lo que lo dotaba todo eras tú.

Recuerdo bien los momentos que compartimos:

Cuando un mero paseo se convertía, ¡por donde fuera!, en una aventura;

Cuando un café con marihuana se transformaba en un coloquio metafísico y antropológico sin clausura;

Cuando te contaba mis sueños, y discerníamos sobre ellos;

Recuerdo tus besos…, y que tus enfados, más que tales, eran sonrisas menos pronunciadas.


II

No sé cuál fue el punto de inflexión…, no sé cuándo cambió todo esto para ti.

No sé si es que yo me encontraba impedido por la ceguera, o que tú disimulabas bien.

No sé por qué después del tiempo pasado, ni siquiera has tenido la decencia de mostrarme tus sentimientos, y decirme que yo no tenía hueco en ellos.

No tuviste el valor de decirme adiós, y ahora soy yo, ¡tonto de mi!, quien tiene que darse cuenta por sí mismo.


III

Recuerdo que las excusas, tras el punto de inflexión, me parecían razonables, y que no podía sino mostrarme comprensivo con ellas.

Me disfrutaste hasta que te saciaste de mi, y entonces, sin más, desapareciste.

Quizás esa sonrisa permanente, además de felicidad, mostraba debilidad, y te impedía tener la integridad suficiente para despedirme.

                Quizás no hubiera escrito esto con un adiós a tiempo.
Pero te lo diré, todo esto que pienso te lo diré, aunque sólo sea para que seas consciente del egoísmo del que hiciste gala.

domingo, 13 de octubre de 2013

Rehacerse

Y para salir de la confusión de no saber si su rutina era lo que él quería, se fue a la estación, y desapareció unos días entre la gente anónima de la gran ciudad.

Y allí vio cosas y experimentó sensaciones que había olvidado, conociendo a gente por el placer de conocer, y disfrutando sin saber qué pasaría después.

Y una vez consideró que había cogido perspectiva suficiente, decidió volver a la estación a la que había llegado días antes, y regresar, pero sabiendo que ya nada sería igual. Estaba listo para reconstruir lo que él ya había construido con sus manos; rompiendo con lo de siempre; y prometiéndose no dejarse jamás volverse a acomodar en la rutina destructiva de lo conocido y previsible.

lunes, 23 de septiembre de 2013

21 de septiembre


Pasaste, como una exhalación, tras haber hecho un acto de presencia que a nadie pasó desapercibido.

Esperado y deseado, más cual placer, efímero. Pero intenso.

Y desapareciste una vez más, sin complacencias, sin concesiones, sin despedidas.

Las luces se apagan y las voces se convierten en susurros: La melancolía atrapa el ambiente y la penumbra se adueña del lugar.

Cual suspiro. Shhh...

miércoles, 12 de diciembre de 2012


14-N

       Desperezóse Libertad aquella mañana cuando la luz del astro rey atravesó el ventanal, y escaló desde la solería hasta su almohada. Pero aquel 14-N el sol no salió con intención de calentar un día más de rutina. Aseóse, cortó el ayuno y salió camino al complejo comercial, donde se encontraba su modesta fuente de ingresos de veinte metros cuadrados. Este trayecto que tediosamente hacía a diario, hoy era diferente, y lo encañonaba con la excitación propia de saberse protagonista del cambio. Cuál fue la no grata sorpresa de Libertad al ver que piquetes de esos que se autodenominaban “informativos” la recibieron con contenedores incendiados, cerrándole el único acceso al complejo. El gentío y su bullicio impedían a Libertad hacerse explicar, y las morbosas consignas invitaban a la violencia. En su afán por ganar la entrada, alcanzóle una piedra en la cabeza, cayendo Libertad en el acto... Las pancartas que en el local de veinte metros cuadrados esperaban para ser desplegadas y apoyar la causa no saldrían finalmente aquel 14-N a la calle.

martes, 27 de noviembre de 2012


Agonía

       Siento una presión en el pecho que me impide respirar. Me encoge el corazón hasta producirme náuseas. Vomito repetidas veces. Mi estómago no ofrece ya más que bilis, cuya acidez me produce nuevas náuseas. Apenas me ha dado ese monstruo algo de pan duro desde que me encerró, hace ya..., he perdido la noción del tiempo... Si no tengo escapatoria, que sea rápido, indoloro... No quiero acabar colgado por el cuello como el resto de mis congéneres que aquí agonizan. ¡No!..., ha clavado sus ojos sanguinarios en los míos..., ¡ahí viene!..., se acerca con una maquiavélica sonrisa... Maldita vida perra...


martes, 13 de noviembre de 2012


Por qué


Y es que, ¿qué puedo hacer?

Quizás no esperabas ansiosamente, como me pasaba a mi, una respuesta.

Y ahora, ¿qué? Me cansé de escribirte, no hallaba correspondencia.

Y es extraño, pues siento la necesidad de compartir mis momentos contigo.

Y ahora, ¿qué? Sólo me queda consumirme en mi agonía de deseos no correspondidos.

Y es extraño, porque apenas no conocemos.

miércoles, 17 de octubre de 2012


Engaño


I

Me engañaron, al principio: las miradas furtivas por encima de los libros; el recorrido de tus ojos siguiéndome hasta que me perdía de vista; el nervioso movimiento de tu cuerpo cuando te sabías vigilada.

Me engañaron: las nimias palabras que me dedicabas, que interpretaba erróneamente, pues, ¿para qué ibas a hablarme, si no éramos amigos, si no es porque tenías interés?

Me engañaron: tus sonrisas mirándome a los ojos; tus ojos fijos en mi; la sonoridad del choque de tus labios contra mis mejillas.

Me engañaron, más tarde: que eligieras el asiento de mi lado, y no otro, del anfiteatro; tus invitaciones a café sin motivo; tus manos, jugueteando con cualquier objeto para canalizar la tensión.

Me engañaron: los paseos que compartíamos hasta la esquina, donde cada día nos separábamos, y donde al día siguiente nos reencontraríamos; las conversaciones que seguían en la esquina tras habernos despedido.

Me engañaron, al final: tus deseos de tenerme cerca a deshoras; tus lágrimas, derramadas sobre mis hombros cuando lo necesitabas; y la percepción que hice de la realidad: no ver que simplemente éramos amigos.


II

Y te culpo por ello: por la omisión de explicitud; por el margen que concedías a la interpretación; por la ausencia de negación.

Te culpo: por no haber actuado consecuentemente, y acomodarte en lo que para ti era una amistad; por no haber sido fiel a las normas de la ética y de la moral.


III

Me mataste: cuando tus palabras de hasta pronto, entre lágrimas, prometían traerte de vuelta, y no nos volvimos a ver.

Me mataste: permitiendo que nuestra esquina perdiera la identidad que durante años le dimos, llegando a convertirse en una más del trayecto; tolerando que otra se sentara a mi lado, en tu lugar; y consintiendo que los cafés dejaran de tener razón de ser.

Me mataste: al dejar que fuera el tiempo, y no tú, quien me explicara que yo era prescindible.

Me mataste: con la ausencia de ti.